Casa de chatham
#Russia La grieta Arabia-iraní obliga a una decisión difícil en Moscú
by Nikolay Kozhanov, Casa Chatham, Rusia y Eurasia Programa
Sin embargo, Rusia decide reaccionar ante la disputa en curso entre Arabia Saudita e Irán, las consecuencias para los objetivos del Kremlin en el Medio Oriente serán negativas.
Por un lado, guardar silencio afectaría la dinámica de las relaciones ruso-iraníes que habían ido en aumento. Moscú invirtió esfuerzos diplomáticos y económicos en mejorar el diálogo con Teherán, incluida la apertura de una línea de crédito. No puede permitirse perder estos dividendos teniendo en cuenta la desesperada situación económica de Rusia. Las autoridades rusas están desesperadas por mantener a Irán dentro de su esfera de influencia y evitar cualquier deriva hacia el oeste. Sin las fuerzas terrestres iraníes que luchan contra los oponentes del régimen de Assad, será difícil para Moscú alcanzar sus objetivos en Siria: Rusia necesita el apoyo militar y político de Irán para obligar a la oposición siria y sus patrocinadores a negociar con Bashar al-Assad. El silencio de Moscú sobre la disputa diplomática entre Teherán y Riad también proporcionaría a los opositores del acercamiento ruso-iraní entre los reformistas iraníes y los políticos pro occidentales rusos una prueba más de que los dos países no pueden forjar ningún tipo de asociación efectiva.
Sin embargo, si Moscú toma el lado iraní, esto afectaría las relaciones de Rusia con el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) liderado por Arabia Saudita, cuyo dinero todavía es considerado por el Kremlin como una fuente potencial de inversión en la economía rusa. El apoyo financiero y la bendición política de Riad y Abu Dhabi son importantes para la implementación exitosa de proyectos conjuntos con Egipto, como la creación de una zona industrial conjunta o el desarrollo de la industria nuclear en Egipto. La alianza ruso-iraní socava los esfuerzos diplomáticos de Moscú para resolver la crisis siria al hacer que los sauditas estén menos dispuestos a hablar con Rusia y arrastra efectivamente a Moscú al centro de la confrontación más amplia entre sunitas y chiítas, permitiendo que las fuerzas políticas antirrusas en el Medio Oriente retratan al Kremlin como un enemigo del mundo sunita.
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