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Con Trump 2.0, la UE está al borde de la irrelevancia

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En un entorno geopolítico cada vez más competitivo, la Unión Europea se encuentra en una encrucijada. Ante desafíos cada vez mayores (que van desde la carrera mundial de la inteligencia artificial hasta las preocupaciones de seguridad y la política de las grandes potencias), la UE debe reconsiderar su enfoque regulatorio. En lugar de centrarse en reglas excesivamente detalladas y puntillosas, es hora de que Bruselas adopte una estrategia regulatoria más equilibrada que proteja la seguridad y las necesidades industriales sin sofocar la innovación y la competitividad. Los riesgos son los más altos que la UE haya enfrentado jamás, y no recalibrarlos significa perder relevancia para siempre en un mundo donde, en palabras de Tucídides, “los fuertes hacen lo que pueden, los débiles sufren lo que deben”. escribe Louis Auge.

Los críticos de la extralimitación regulatoria de la UE, como el líder de la oposición alemana y probable próximo canciller Friedrich Merz (CDU), han señalado la fijación del bloque en cuestiones menores a expensas de abordar los grandes desafíos geopolíticos. “Todas estas pequeñas cosas que están haciendo con esta sobrerregulación y paternalismo de la gente en toda Europa, eso tiene que terminar”, comentó recientemente Merz. Hizo referencia específicamente a ejemplos como las regulaciones de la UE sobre las tapas de las botellas que ya no se pueden desenroscar o el pitido obligatorio en los automóviles cuando se conduce a exceso de velocidad, políticas que pueden irritar a los consumidores y que hacen poco por abordar las preocupaciones globales apremiantes.

La etiqueta nutricional Nutri-Score encarna el error fatal de la UE

Las advertencias de Merz son emblemáticas de una frustración más amplia: la preocupación de la UE por la microgestión podría socavar su legitimidad. Los ciudadanos y los Estados miembros están cada vez más frustrados con una maquinaria burocrática que parece más preocupada por regular la vida cotidiana que por afrontar los desafíos existenciales y que, en el proceso, está desperdiciando inmensos recursos humanos, intelectuales y monetarios.

Por mencionar sólo un ejemplo, cabe citar la polémica que ha suscitado durante años el Nutri-Score, una etiqueta nutricional que aparece en el frente de los envases y cuyos defectos evidentes han obligado a sus creadores a ajustar el algoritmo subyacente. Aun así, la comunidad científica sigue criticando la validez del Nutri-Score, sobre todo porque, en lugar de promover opciones saludables para el consumidor, genera confusión e incluso favorece los alimentos procesados ​​frente a las opciones tradicionales y saludables.

A pesar de todo esto, las incontables horas de trabajo dedicadas a comités, conferencias y sesiones plenarias no han llevado a la conclusión lógica de que lo ideal sería abandonar la etiqueta Nurti-Score y sus desechos burocráticos. Aparte del hecho de que la tendencia de Bruselas a los retoques burocráticos a menudo da como resultado soluciones ineficaces que alejan a los ciudadanos y no abordan las causas profundas, también representan un enorme desperdicio de dinero, un recurso precioso que la UE haría bien en invertir donde importa.

Quedarse atrás en temas clave

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Una mirada al otro lado del Atlántico no deja lugar a dudas sobre la urgencia de esta crítica. El presidente estadounidense Donald Trump comienza su segundo mandato con una agenda de gran alcance que trastoca las normas internacionales. A pocas horas de su investidura, Trump revocó las políticas sobre perforaciones marinas y energía renovable, suspendió el asentamiento de refugiados, desmanteló las normas de seguridad de la inteligencia artificial y sentó las bases para la retirada de Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud.

Si bien la estrategia de Trump tiende a los extremos (al adoptar la desregulación y la adopción de medidas ejecutivas agresivas), pone de relieve la naturaleza cambiante de la gobernanza en la configuración del orden internacional. El brusco giro de su administración hacia el nacionalismo y el unilateralismo señala un cambio radical en el equilibrio de poder global. En cambio, una UE paralizada, sofocada por su propio laberinto burocrático y su obsesión por las minucias, será la gran perdedora.

Esta desconexión se hace especialmente evidente cuando se considera la vacilante respuesta de la UE a los grandes avances tecnológicos y de seguridad, especialmente en lo que respecta a la carrera mundial por la inteligencia artificial (IA). El anuncio de Trump de una iniciativa de 500 millones de dólares en materia de IA tomó por sorpresa a los responsables políticos europeos y expuso la falta de ambición y previsión estratégica del bloque.

Si bien la Comisión Europea ha defendido la IA como un área clave para el crecimiento, su enfoque fuertemente regulatorio corre el riesgo de sofocar la innovación. Se espera que el presidente francés, Emmanuel Macron, describa la visión de Europa en materia de IA en una próxima cumbre mundial, pero aún está por verse si estos esfuerzos pueden cerrar la brecha con Estados Unidos y China. Sin una ventaja competitiva en IA, la UE corre el riesgo de quedarse atrás en una tecnología que definirá el siglo XXI.

Reforzando las defensas de la UE

Igualmente urgente es la necesidad de la UE de reforzar sus capacidades de seguridad y defensa. La continua agresión de Rusia en Ucrania es un duro recordatorio de las vulnerabilidades de Europa. La jefa de política exterior de la UE, Kaja Kallas, ha advertido de que Rusia podría poner a prueba la preparación del bloque para defenderse en un plazo de tres a cinco años.

Sin embargo, pese a estas alarmantes evaluaciones, Bruselas –y la mayoría de los miembros de la UE– han tenido dificultades para presentar una respuesta unificada y contundente. La primera prioridad de la UE debería ser apoyar a Ucrania y, al mismo tiempo, invertir en sus propias capacidades de defensa, pero después de tres años de guerra, no se han concretado iniciativas importantes. Esto es especialmente crítico dada la probabilidad de que Trump busque un acercamiento al presidente ruso, Vladimir Putin, en el que probablemente los intereses europeos queden de lado.

La posible disolución de la OTAN, un escenario que parecía impensable hace unos años, ahora se perfila como una amenaza real. La retórica de Trump en su segundo mandato sugiere que podría tratar de debilitar la alianza, en particular si impulsa iniciativas controvertidas como la adquisición de Groenlandia o la celebración de acuerdos independientes con Rusia. Esas medidas dejarían a la UE en una situación desesperada por llenar el vacío en materia de seguridad, una tarea para la que sigue estando lamentablemente mal preparada, a pesar de todas las declaraciones y anuncios elevados.

Lograr un equilibrio difícil de alcanzar

Durante mucho tiempo, se elogió a la UE por su capacidad de encontrar una vía intermedia que represente un compromiso moderado entre los extremos. En este caso, la UE no debería –de hecho, no debe– seguir los pasos de Trump y eliminar por completo la mayoría de las regulaciones; más bien, exige políticas más inteligentes y específicas que aborden las necesidades de un mundo que cambia rápidamente. Por ejemplo, en lugar de imponer reglas rígidas sobre inteligencia artificial que sofoquen el crecimiento, la UE podría fomentar la innovación creando marcos flexibles que alienten la experimentación al tiempo que salvaguardan los estándares éticos. De manera similar, en defensa, la UE sabe claramente que debe priorizar las inversiones en tecnologías de vanguardia y capacidades conjuntas para garantizar su preparación ante amenazas emergentes.

La verdad es que la relevancia de la UE en el siglo XXI dependerá de su capacidad para adaptarse a un nuevo entorno muy desagradable en el que Bruselas tendrá que valerse por sí misma. La sobrerregulación y la inercia burocrática son lujos que el bloque ya no puede permitirse. Si Bruselas no se centra en lo que realmente importa, corre el riesgo de quedar al margen en un mundo cada vez más dominado por actores decisivos. La elección es clara: la UE debe adoptar una visión orientada al futuro que equilibre el pragmatismo con la ambición, asegurando su lugar como líder en una era de cambios sin precedentes.

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EU Reporter publica artículos de una variedad de fuentes externas que expresan una amplia gama de puntos de vista. Las posiciones adoptadas en estos artículos no son necesariamente las de EU Reporter.

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