Comida
Nutri-Score es una distracción que Europa no puede permitirse en este momento

El inesperado día de 90 días de esta semana pausa El aumento de los planes arancelarios de EE. UU. ha generado alivio en los mercados globales. Las autoridades europeas, que ya preparan medidas de represalia, se encuentran ahora en una incertidumbre, sin saber si se trata de una auténtica desescalada o simplemente otra maniobra en el impredecible comportamiento de Donald Trump. Lo que sí está claro es que el riesgo de una confrontación comercial prolongada sigue siendo muy real. Las cadenas de suministro están sobrecargadas, la inflación es alta y la inseguridad alimentaria va en aumento. Y, sin embargo, en medio de todo esto, los principales supermercados europeos se centran en las etiquetas de los alimentos.
Minorista holandés Albert Heijn Recientemente anunció que ampliará el etiquetado Nutri-Score a todos sus productos. Carrefour Está presionando a los proveedores para que hagan lo mismo, amenazando con avergonzar públicamente a quienes se resistan. El mensaje es claro: el etiquetado de los alimentos, no la asequibilidad, es la prioridad.
Es difícil exagerar lo desconectado que está esto de las crisis reales que se están desarrollando. Los aranceles de Estados Unidos bajo el segundo mandato de Trump ya han afectado al acero y al aluminio europeos. Incluso con la reciente pausa, aún se avecina una guerra comercial más amplia, que promete precios más altos, menos empleos y un agravamiento de la inseguridad alimentaria. Ese es el contexto en el que los principales minoristas de Europa defienden Nutri-Score, un sistema de etiquetado que continúa... dividir a los científicos, alienar a los productores de alimentos y confundir a los compradores.
La idea detrás de Nutri-Score es seductoramente simple: una calificación de la A a la E con código de colores en el frente del envase de alimentos para ayudar a los consumidores a elegir opciones más saludables. Pero la simplicidad es precisamente el problema. El algoritmo detrás de la puntuación a menudo... penaliza Productos tradicionales mínimamente procesados, como el aceite de oliva, el queso y la charcutería, a la vez que se premian los alimentos manipulados y reformulados para alcanzar objetivos nutricionales arbitrarios. Reduce los alimentos a una fórmula matemática y da por sentado que los consumidores se beneficiarán de una guía demasiado simplificada. Esta suposición está lejos de ser demostrada.
Peor aún, Nutri-Score distrae la atención de problemas mucho más urgentes. Millones de hogares de bajos ingresos ya se ven obligados a elegir entre calidad y precio. En este contexto, el desafío más acuciante no es cómo se etiquetan los alimentos, sino si la gente puede permitírselos.
Supermercados como Carrefour y Albert Heijn han optado por moralizar en lugar de adaptarse. Han presionado a los proveedores para que cumplan con un sistema de etiquetado voluntario y científicamente cuestionado. Danone, que en su día fue un gran defensor, ha abandonado Nutri-Score en varios productos después de que los cambios en el algoritmo incluyeran las bebidas lácteas y vegetales junto con los refrescos. La empresa advirtió que la puntuación actualizada "crea una gran inconsistencia", una forma diplomática de decir que el sistema tiene fallas. Los pequeños productores, especialmente los del sur de Europa, han protestado con mayor contundencia, argumentando que Nutri-Score socava las culturas alimentarias tradicionales y penaliza los productos tradicionales.
Esto no ha impedido que los grandes minoristas sigan adelante. Carrefour ha llegado incluso a amenazar con calcular y publicar el Nutri-Score de los proveedores que se nieguen a cooperar. Este enfoque coercitivo revela lo que realmente es el Nutri-Score: un ejercicio de marca disfrazado de política de salud pública.
No es difícil entender por qué a los supermercados les gusta la idea. Les da un tema de conversación fácil sobre salud y sostenibilidad, a la vez que traslada la responsabilidad —y la culpa— a los productores. Pero los consumidores no se benefician. Una etiqueta con una "A" verde en una barrita de cereales no la hace saludable, al igual que una "E" roja en una rodaja de Parmigiano Reggiano no significa que deba evitarse. Estas etiquetas corren el riesgo de crear confusión donde se necesitan matices.
La obsesión con Nutri-Score llega en el peor momento posible. Europa se adentra en un período de incertidumbre económica sin precedentes desde la crisis financiera. Aunque las amenazas arancelarias de Trump se han suavizado momentáneamente, el patrón general es claro: el proteccionismo ha vuelto y Europa se verá atrapada en el fuego cruzado. Las cadenas de suministro ya son frágiles. Los costes energéticos siguen siendo elevados. Si a esto le sumamos una probable caída de la renta disponible, la asequibilidad de los alimentos se convierte en un problema determinante para los próximos meses.
En lugar de promover etiquetas pseudocientíficas, los supermercados y los responsables políticos deberían centrarse en asegurar las cadenas de suministro de alimentos, apoyar a los productores con dificultades y ofrecer a los consumidores un valor real. Esto implica invertir en la agricultura local, reducir la dependencia de las importaciones y amortiguar el impacto de las fluctuaciones de precios globales. Implica ampliar las líneas de descuento, promover las cadenas de suministro cortas y resistir la tentación de descargar los costos de la reformulación sobre los consumidores.
También significa reconocer que las etiquetas frontales no resolverán los problemas estructurales que impulsan la obesidad o la mala nutrición. La salud pública no es cuestión de logotipos y colores: requiere una inversión sostenida en educación, apoyo comunitario y acceso a alimentos frescos. Requiere políticas de precios que hagan que las opciones saludables sean asequibles, no solo visibles. Y, sobre todo, requiere resistir la tentación de confundir visibilidad con valor.
Europa se ha enorgullecido de ser un bastión de la previsión regulatoria, a menudo con razón. Pero en este caso, se está entregando a una forma de teatro político que aporta poco a la vida de los ciudadanos comunes. Si Bruselas se toma en serio la protección de los consumidores, debería empezar por proteger sus bolsillos. Los supermercados también deben decidir qué tipo de responsabilidad quieren asumir: la de dar lecciones o la de alimentar.
En un mundo de presupuestos cada vez más reducidos y creciente inseguridad, la respuesta debería ser obvia. Pero en los brillantes pasillos de los supermercados europeos, la claridad parece más difícil de encontrar.
Comparte este artículo:
EU Reporter publica artículos de diversas fuentes externas que expresan una amplia gama de puntos de vista. Las posturas expresadas en estos artículos no reflejan necesariamente las de EU Reporter. Consulte la información completa de EU Reporter. Términos y condiciones de publicación Para más información, EU Reporter adopta la inteligencia artificial como herramienta para mejorar la calidad, la eficiencia y la accesibilidad periodísticas, manteniendo al mismo tiempo una estricta supervisión editorial humana, estándares éticos y transparencia en todo el contenido asistido por IA. Consulte el contenido completo de EU Reporter. Política de IA para obtener más información.

-
Crimen de odioHace 2 días
Ni siquiera una demanda de 2.4 millones de dólares detendrá el odio en línea: Silicon Valley fue creado específicamente para ampliarlo.
-
KeniaHace 2 días
Niño keniano asesinado por su fe en Aba Al-Sadiq
-
VisasHace 2 días
Cronograma revisado para el EES y el ETIAS
-
Semana VerdeHace 2 días
Conferencia de la Semana Verde de la UE 2025: ¡regístrese ahora!